Es el principal banquero de Colombia y uno de los más importantes de Latinoamérica. Ha reconocido que “en este país están acostumbrados a que de los problemas de la nación solo hablen los políticos, pero es importante que la clase empresarial también dé a conocer sus posiciones, estamos obligados a hacerlo”. Por eso, ahora que se le ha reconocido con el premio a la Vida y Obra Empresarial, que por primera vez otorgó la Casa Editorial El Tiempo, a través de los premios Portafolio; que se ha publicado el libro que conmemora el medio siglo de su organización Cincuenta años de progreso, y que no han cesado las entrevistas con toda una colección de anécdotas increíbles sobre compra, venta y generación de empresas, la Anda también quiere rendirle un homenaje al hombre, al líder, al colombiano que anda. Por Adriana Prieto Herrrera. Comunicadora, editora de la Revista Anda.
En esta entrevista exclusiva para la revista ANDA, Sarmiento no limita sus respuestas solo a su historia financiera, sino que apasionadamente habla de temas que tocan las finanzas nacionales, la seguridad del país y desempolva por si acaso algunas dudas sobre la presión que le adjudican ejerció en el caso DMG.
Luis Carlos Sarmiento Angulo se expresa con un lenguaje familiar, sin poses o frases rebuscadas con las que quiera impresionar. Tiene la apariencia y la actitud para con sus invitados que transmite un abuelo sabio, pero al mismo tiempo los ojos brillantes, escrutadores y sagaces que conllevan la experiencia en un viejo zorro, manos que hablan por sí solas y un dedo índice tan acucioso, repasando los números impresos de las montañas de hojas que por grupos hacen fila en sus escritorios, que da la impresión de que tiene un olfato propio para descubrir en los balances las cifras con las que se toman las decisiones. Campesino al que seguramente se haya encontrado mientras camina y abre trocha por la montaña con la vaina de su machete al cinto, botas de caminar y camiseta, quizás lo haya confundido con el propietario del granero más próspero del pueblo cercano, y es que aún hoy, caminar con ese equipo forma parte de las pasiones que practica. Tal vez, concluyo, no solo ese ejercicio lo llena de la vitalidad que le asoma, sino que caminar por entre cedros, caobas, pinos romerones y robles, le ofrece un placer que viene de vieja data, las caminatas que de niño hacía junto a su padre por la meseta de Guayabetal, para visitar el aserrío familiar donde aprendió de dónde salía el dinero, ese que hoy ha logrado acumular por mérito propio y que al sumarlo supera los 5,6 billones de dólares y lo ubica este año en el escalafón No.135 de “The World’s Billionaires” publicado por la revista Forbes.
–Si la revista Forbes lo incluyó en su lista de 2009 en el puesto 285 y en este año lo clasifica como el ciento treinta y cinco hombre más rico del planeta, ¿por qué no le gusta que le digan que es el hombre más rico de Colombia?
–Quiero que me recuerden por los servicios que le he prestado a la sociedad, modestia aparte, son muchos, y muy valiosos para la Colombia que queremos construir. He dedicado una muy buena parte de mi tiempo personal a esto. Esa fortuna la aprecio más que la que me da el dinero.
–¿Que el dinero? –pregunto incrédula.
–Sí, el dinero no es una cosa en la que se pueda confiar mucho. Es importante y desde luego lo aprecio mucho, estoy orgulloso de tenerlo. Pero yo esperaría que se me reconozca más por mi servicio a la gente y por mi trayectoria, construida con dedicación y decisiones inteligentes, limpia, sin zonas oscuras, sin rabo de paja.
–Según un artículo que se publicará justo en la revista ANDA en la que aparecerá esta entrevista, lo que usted acaba de mencionar es responsabilidad social personal –añado.
–La responsabilidad social, de la que tanto hablan por ahí, es una característica que debe estar presente tanto en las personas como en las empresas para contribuir con causas comunes que beneficien a las comunidades y sus entornos. Es estar consciente de que al contribuir con causas como por ejemplo la disminución de la brecha entre los más ricos y los más pobres estamos construyendo. O que si hacemos un aporte para una investigación medioambiental estamos ayudando a cuidar el planeta. Y si estamos entre empresarios, hay que reconocer que crear empresa es uno de los actos más importantes de responsabilidad social. Creando empresa se crea trabajo. Con puestos de trabajo dignos, estables y debidamente respaldados con prestaciones y seguridad se puede ayudar mucho más a la gente que dándole discursos populistas.
Basta hojear varias páginas del libro Cincuenta años de progreso para señalar la relación de Luis Carlos Sarmiento Angulo y la “RSE” ya sea con donaciones específicas o permanentes, o con su dedicación inquebrantable para sacar adelante proyectos que benefician a la sociedad en general. Desde la Escuela Colombiana de Ingenieros, pasando por la Unidad de Recién Nacidos del Hospital Simón Bolívar, o por una moderna sala de cirugía en la Fundación Cardio Infantil, hasta su participación activa en instituciones como Colfuturo y Resurgir, Sarmiento Angulo deja huellas y no para. En 1993 creó la Fundación Luis Carlos Sarmiento Angulo, que se nutre exclusivamente de recursos aportados por él y su familia. Precisamente esta fundación contribuyó hace poco con tres millones de dólares para poner en marcha el Grameen Aval Colombia, un proyecto de banca para los más pobres ideado por Muhammad Yunus, Premio Nobel de Paz 2006, y el cual aspira a brindar crédito para fomento y creación de pequeños negocios a un grupo de más de quince mil colombianos.
Repasando la lista de estas y otras donaciones, los sentimientos se dan cita en la cara del hombre. Satisfacción, compromiso, amor profundo, ¿acaso compasión? Son testigos desde un extremo de la oficina en que nos encontramos, los ojos vigilantes de la madre que sostiene en brazos a su hijo, plasmada en el gran formato de una pintura de Santamaría y desde el otro extremo, el ímpetu y la actitud incrédula y vigilante de un árbol de hojas anaranjadas –un Gonzalo Ariza–. Recalco la satisfacción y el compromiso, porque fue este el aroma que invadió la atmosfera de la oficina cuando el banquero se refirió a la donación que hizo hace poco tiempo a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional, donde estudió su carrera de ingeniería. Una edificación de 18.000 millones que reúne a todas las bibliotecas de las facultades de ciencia y tecnología de la Nacional.
–Yo quiero mucho esa universidad –comenta.
Y es que guarda gratas razones para mantenerla viva. A ella ingresó enfrentándose con 400 aspirantes en un examen en el que obtuvo el primer puesto. Tras una carrera de seis años en los que le dieron “una formación integral y profunda en carreteras, ferrocarriles, cálculo de estructuras, ingeniería de salud pública, alcantarillados, acueductos, centrales hidroeléctricas, administración de empresas y contabilidad”, su dedicación no perdió empeño. Se graduó con honores y recibió una beca para viajar al exterior en donde fue admitido como estudiante de la Universidad de Harvard. Pero este hecho no fue una sorpresa para sus padres, durante su carrera a don Eduardo siempre le devolvieron el dinero que pagaba por la anualidad pues su hijo Luis Carlos siempre clasificaba como el mejor estudiante de la promoción.
–¿Se necesita ir a Harvard para ser un líder futuro? –le interrumpo.
–No pude ir a Harvard aunque fui aceptado. Y con toda humildad le contesto que en mi caso lo he logrado, pero no tengo duda de que si hubiese contado con el conocimiento y la experiencia que una institución de ese prestigio da, como mínimo muchos de los caminos que he recorrido hasta ahora me hubiesen sido menos difíciles.
– Sí –concluye–, se puede ser un muy buen administrador sin pasar por Harvard.
En entrevista publicada por el periódico Portafolio, con motivo del premio a Vida y obra empresarial que le otorgaron al hoy también fundador y presidente de la junta directiva del Grupo Aval, se destaca que al empezar a trabajar en la construcción se dio cuenta de que además era un muy buen administrador. Pero este descubrimiento no era gratuito. Cuando apenas tenía cinco años y transitaba kínder en el Colegio san Luis Gonzaga ya sabía leer. Más tarde, en el San Bartolomé la matemática llegó a ser su materia favorita “Yo tenía mucha facilidad para los números” –cita un texto del libro Cincuenta años de Progreso–. Cursando el bachillerato y por su buen rendimiento académico lo seleccionaron para hacer radioteatro en la Radiodifusora Nacional y de allí percibió sus primeros ingresos, esos que le fueron dando rienda suelta a su independencia. Y cuando no había cumplido los quince años, don Eduardo, su padre, lo recomendó a un amigo para que le llevara las cuentas de un depósito de maderas, a diferencia de muchos de sus compañeros de clase él había tomado en serio las clases de contabilidad que le habían dictado, por su seguridad y porque se le daban con facilidad las cuentas no dudó ni por un instante en aceptar ese encargo por el que recibía una paga mensual. Aprendió a escribir en máquina Remington en la época en que ya tenía que llenar las declaraciones de renta “para que quedaran mejor presentadas” y cuando estaba en la universidad, las contabilidades pasaron a ser solo una de sus fuentes de sustento y de preparación para lo que vendría, porque por ejemplo cuando estaba en cuarto año trabajaba en la firma Cuéllar Serrano Gómez como jefe de Construcciones, luego fue calculista de geodesia en el Instituto Geográfico Agustín Codazzi y tenía bajo su responsabilidad la elaboración de los mapas del país, y antes de graduarse como ingeniero, cuando cursaba sexto año, fue contratado como ingeniero de campo en la firma Santiago Berrío y Cía.
–¿Ser administrador se aprende o se lleva en la sangre?
–Se requieren Las dos condiciones. Aquel que por naturaleza es ordenado, constante y que toma decisiones estables tiene que prepararse y ganar experiencia. Cuanto más se desarrolla el mundo, más tiende a parecerse, a utilizar patrones comunes. Por lo tanto en el área que sea, las decisiones que se toman, políticas o no políticas, tienen que basarse en análisis técnicos.
–¿Colombia necesita un administrador?
–El presidente ideal es aquel que tiene la capacidad política para manejar las diferentes vertientes de la opinión, pero, además, su capacidad administrativa es definitiva. Los países tienen que ser administrados, como las empresas, como las familias…
–¿Se le mediría a la Presidencia? –interrumpo.
–Nooo –sonríe… y suspira largamente, mientras continúo preguntando.
–¿Yqué otras características se le deben pedir a quien aspire a ser Presidente de Colombia?
–Debe saberse asesorar muy bien, ser transparente, gozar de absoluta honorabilidad. Tiene que estar muy bien preparado.
–A propósito de asesorías, ¿es verdad que usted es una especie de oráculo para el presidente Álvaro Uribe?
–Para nada, él es independiente, inteligente, capaz. Se me ocurre, y con humildad lo digo, que usa la misma estrategia que yo también utilizo y es la de consultar permanentemente a diversas personas de acuerdo con los temas que se le presenten. Consulta, escucha y decide, él es muy independiente.
La razón por la que el hoy fundador y presidente de la junta directiva de la organización Luis Carlos Sarmiento Angulo no fue a Harvard tiene que ver con dos aristas que marcan el inicio de la Organización y su entorno. Y es que el 13 de junio de 1956, cuando Sarmiento, que aunque cursaba sus últimos años en la universidad ya completaba dos años de estar trabajando en una firma de ingenieros y había decidido posponer por un año más sus estudios en el extranjero, con el fin de reunir un poco más de ahorros para sostenerse en Estados Unidos en compañía de su esposa, un grupo de bandoleros secuestró y dio muerte a Santiago Berrío González en el Magdalena Medio antioqueño. Por pedido de los herederos, y con apenas 23 años, el ingeniero se encargó de la liquidación de la firma en la que había supervisado como subgerente la construcción de varias carreteras, entre estas la de Bogotá a Choachí y la de Cúcuta al Catatumbo, así como dos tramos del ferrocarril del Atlántico, entre Gamarra y San Alberto y entre La Dorada y Puerto Nare. Este trabajo le tomó un semestre, ese tiempo fue el necesario para que al evaluar las opciones que tenía se despidiera de Harvard y con el dinero de sus prestaciones sociales, un capital de $10.000, resolviera trabajar por su cuenta. Sarmiento vio oportunidades de negocio que otros dejaron pasar en una zona acosada por la violencia.
–Desde finales de la década de 1950, usted conoce y ha vivido la situación de violencia de nuestro país, ¿según su experiencia cuáles han sido las épocas de mayor y menor violencia que ha experimentado Colombia?
–La guerrilla ha sido un cáncer permanente del país. Evidentemente, ha habido épocas en las que se ha sentido ese problema con mayor agudeza, pero me atrevo a decir que hasta antes del gobierno del presidente Uribe el comportamiento que se observaba era similar al que podemos analizar en una gráfica donde hay una línea que se extiende en el transcurso del tiempo, oscilando esta hacia arriba y hacia abajo pero siempre con una tendencia creciente. El gran cambio, el extraordinario cambio que no debemos olvidar y que se debe reconocer al actual gobierno, es que a pesar de que la línea que representa el comportamiento de la guerrilla se mantiene oscilando, la tendencia que de un tiempo para acá sigue, es clarísimamente descendiente. Sin duda puedo afirmar que durante estos cincuenta años, este ha sido el período en el que más se ha avanzado en cuanto a la recuperación del orden público.
La guerrilla de finales de los años cincuenta no tenía nada que envidiarle en cuanto a salvajismo y violencia a la guerrilla de hoy. Son iguales. La de antes representaba a un grupo que perseguía unos ideales controvertibles. La de hoy es un cáncer alimentado fundamentalmente por el narcotráfico.
–Entonces, nadie mejor que usted para ayudarnos a entender si la guerrilla es un buen negocio –agrego.
–Considerando a la guerrilla una empresa, es muy posible que para sus accionistas la guerrilla no sea negocio. Pero no podría decir lo mismo sobre esas pocas personas que forman parte de ella y que tienen un manejo tan informal de la misma. La pregunta que uno se debe hacer es, ¿hasta dónde esas cuantas personas se han lucrado de ella? Con certeza hay gente que se ha enriquecido bastante y continúa haciéndolo.
–Si la guerrilla es el “cáncer de la sociedad”, ¿será que para acabarla necesitamos aplicar la misma medicina que en los hombres, esa que al mismo tiempo que mata a la enfermedad también mata otras partes del organismo, y al pretender exterminarla acabaremos de paso con Colombia?
–Acabar la guerrilla traerá un mejoramiento inmenso para este país, fundamentalmente para la gente pobre. No hace falta preguntar mucho para darse cuenta de cuántas opciones han desaparecido debido a que no hay empresas en los sitios invadidos por la guerrilla. Por eso, para sus pobladores la única opción que hay es ingresar en la guerrilla.
Y reitera:
–Sería tan extraordinario el beneficio que tendría este país con la terminación de la guerrilla que inclusive los mismos guerrilleros se verían beneficiados. Pero, mucho ojo, terminar la guerrilla no es lo mismo que exterminar a sus miembros, esa no es la idea. Para terminarla, se deben ejecutar acciones represivas, inteligentemente planeadas, como lo ha venido haciendo el gobierno a través de las Fuerzas Militares durante los últimos años, hasta lograr ir disminuyendo el poder que mostraban en épocas pasadas, de tal forma que llegue el momento en que “negociar” para ella sea un objetivo deseable, en contra de lo que pasó en períodos anteriores, cuando mantenían un poder y por lo tanto no tenían interés alguno en negociar. Por eso es que los gobiernos pasados no es que no hubiesen querido lograr la paz, es que no pudieron negociarla porque a la guerrilla no le interesaba.
…Si regresamos a la gráfica que representaba a la guerrilla, ahora podemos encontrar a un nuevo participante, el orden público. Representados estos dos con líneas que se dirigen a encontrar un momento de punto de corte, ya que mientras el poder de la guerrilla disminuye se incrementa vigorosamente el poder del orden público. Y ese es el punto en el que las cosas van a cambiar.
–Bancos, fondos de pensiones, empresas de comunicaciones o construir, ¿qué le gusta más?
–Gozo enormemente del ejercicio de la ingeniería, me encanta hacer carreteras, obras públicas, pues eso es parte de lo que soy. Pero como negocio, me gusta mucho lo financiero, porque es estable, sólido, creciente. Vivo muy contento con esas dos aficiones, y como me va bien, pues las quiero más.
–Las revistas de economía señalan que sus negocios se catapultaron en los últimos 15 años, sin embargo el negocio financiero que usted inició en 1971 ha tenido que afrontar un par de crisis que seguramente le han quitado el sueño, ¿cómo sorteó esas situaciones?
–Uno de esos momentos llegó entre el 2000 y el 2002, nos golpeó un poco porque el sistema financiero estaba un tanto desprotegido, pero de esa fecha a esta parte nos hemos preparado dándole mayor capitalización a las empresas, constituyendo provisiones para futuras pérdidas y siendo más rigurosos en el estudio de los créditos y las adjudicaciones. Y la crisis de 2009, como todos lo saben, en Colombia casi ni la sentimos, para la muestra los resultados del año financiero que son magníficos gracias a la preparación que durante los diez años anteriores hicimos.
–Políticas contracíclicas –recalca– suena a término de economista dogmático, pero la palabra simplemente nos indica que en época de bonanza nos debemos preparar para las crisis. Y en las crisis nos debemos apoyar en las reservas que se hicieron oportunamente para no tener que castigar los resultados en momentos realmente inadecuados.
–Y qué ha pasado en los momentos en que las vacas flacas se le han atravesado a la construcción –continúo.
–Mire, de esas cosas uno aprende. La gran lección para todos los empresarios de la construcción, incluido yo, es que hay que ser muy cuidadosos en cuanto a las ventas, debemos asegurarnos de prevender los proyectos para que si cambian los momentos económicos no nos veamos afectados por la crisis.
Y recalca: “Vender para construir, y no construir para vender”.
–Así sorteó esas crisis empresariales, pero ¿cómo resuelve o afronta las tensiones que esos momentos le generan, desde la instancia personal?
–Con las grandes tensiones soy muy tranquilo. En cambio soy tremendamente irascible para enfrentar tonterías de la vida que a otros les dan risa. A mí me pone histérico que esté tomando café y se me salpique la corbata, no puedo recuperar mi tranquilidad en el resto del día. Pero si me dicen que la tasa de cambio la modificaron y que vamos a perder una cantidad de plata, yo lo que hago es invitar al que trae las malas noticias y le digo: venga, siéntese, estudiemos las cifras, veamos en cuánto nos afecta, a lo mejor podemos hacer algo. Porque toda situación por mala que sea tiene algún aspecto positivo, y esos son los que uno tiene que buscar –advierte con tranquilidad mientras continúa tomándose su tinto.
–A estas alturas, cuando ha acumulado tal cantidad de sabiduría y experiencia, posee ya la habilidad de reconocer a tiempo cuándo va cuesta arriba y cuándo va cuesta abajo.
–Definitivamente lo sé hacer, y es por la administración, la biblia de todo empresario es la contabilidad. Una contabilidad rigurosa y oportunamente llevada, al día, y al minuto, nos suministra las alarmas que nos permiten determinar si paramos o nos da las luces para seguir.
– ¿Cuál es la reversa que le ha dado más trabajo?
– En 1996 las ventas desaparecieron para el sector de la construcción. La capacidad de inversión desapareció de la misma forma, no había compradores, y sin miedo suspendimos todo, todo.
–¿Y?
–Pero esas determinaciones no se toman para siempre, fíjese, ahora estamos ejecutando un plan de construcción extraordinariamente intensivo.
–¿Lo han estafado? ¿O es tan metódico que aún no ha pasado por esa experiencia? –me atrevo a preguntarle.
–Soy totalmente metódico –responde–, y es que cuando pensamos en meternos en un negocio ya hemos hecho previamente unos análisis profundos. La experiencia enseña a no engolosinarse, a no encapricharse con los negocios.
–¿Se pueden hacer negocios con todo el mundo?
–De ninguna manera, uno solo puede negociar con gente que tenga los mismos quilates que uno.
– Pero y entonces, ¿cómo vamos a hacer para negociar con la guerrilla?
–¿Hemos podido negociar con ellos? Es mi pregunta. No hemos podido negociar con ellos por ese simple motivo. Claro que si un día llega la oportunidad de que por razones externas la guerrilla sienta que para ellos no hay esperanza, entonces sentirán la necesidad de negociar.
Leyendo las más de cuatrocientas páginas que forman el libro Cincuenta años de progreso de la organización Luis Carlos Sarmiento, me percato de que todas la preguntas que he preparado ya tienen en él una respuesta impecable. Una etapa tras otra. Desde la historia del primer capital hasta el plan seguido para llevar a feliz término la última de las adquisiciones están rodeados de anécdotas e historias que se conectan como si fuera un plan vial. Cada empresa, cada proyecto, cada determinación tomada en función de mejorar está detallado y juiciosamente explicado. Cada capítulo atrapa, pero además es testimonio que aporta a la historia de Colombia, un país que a la par crecía y se mecía junto con la institución. El tiempo de la entrevista se agota, no puedo dejarme tentar por lo interesante de cada historia contada por el protagonista, entonces enfilo mis baterías para encontrar al ser humano, al penúltimo de una familia de nueve, al padre orgulloso de sus cinco hijos, al ciudadano común que aún él deja ver sin recelo. Y empiezo el descenso, paso por Rico McPato y alcanzo a llegar hasta la cuajada con melao antes de que atienda su siguiente junta, sin embargo dos temas álgidos se alcanzan a colar.
–En una familia con nueve hermanos, ¿sufrió alguna vez escasez?
–No la sentí, aunque lo que se nos ofrecía era lo mínimo, lo necesario. Tal vez lo que si sentí fue la necesidad de progresar, de tener muchas cosas que sólo se conseguían con el producto del esfuerzo y de la iniciativa propia.
–¿Y alguna historia en particular marcó su niñez?
– Me marcó la vida de mis padres, ejemplar. No hay mejor enseñanza que el ejemplo. Ellos no se esforzaron para darlo, el comportamiento que tenían era natural a su personalidad. Y es que como padres o como abuelos o como ciudadanos siempre nos están observando, entonces, la única forma de enseñar valores éticos y morales es a través del ejemplo. Cada vez que se presenta una situación y los nietos se encuentran cerca y escuchan, están aprendiendo, y cada determinación que uno toma es recogida por ellos.
–¿Tiene un líder, alguien a quien sigue, alguien en quien se inspiró para crear una organización como la suya?
–Si se refiere a alguien semejante a un héroe o un ídolo, de una vez le digo que no. Pero en diferentes momentos de mi vida y bajo diferentes circunstancias he escuchado y aprendido de muchas personas.
– Alguna vez leyó a Rico McPato y soñó con ser como él.
– No, no, no, definitivamente no. Porque él es un ser divertido, pero extravagante y completamente avaro, despectivo, desinteresado con respecto al bienestar de los demás. A Rico McPato sólo le interesa contar sus monedas de oro.
–¿Le recomendaría algún libro a los aspirantes a la presidencia?
–Tal vez un libro en particular no, pero sí les recomendaría releer muchos documentos sobre economía para que tengan claro cómo ayudar a sacar a este país adelante y a esos les sumaría otros tantos libros de historia política, porque si no aprenden de las experiencias anteriores se exponen a repetir su historia.
–Y usted, ¿qué lee?
–La primera página de todos los periódicos, selecciono las noticias que me llamaron la atención, y las voy leyendo de una en una, luego paso a la página económica y de ahí a la editorial, miro los titulares y leo el que me llama la atención, me toma tres cuartos de hora, todos los días, antes de salir de la casa.
La primera vez que escuché el nombre de Luis Carlos Sarmiento Angulo no había cumplido 15 años, estaba asombrada cuando me dijeron que aquel lugar por donde yo caminaba, un parque repleto de prados, piscinas, juegos al aire libre y quebradas que surgían y se escondían por entre puentes y jardines lo había donado el señor Sarmiento, no paré de preguntarme cómo sería ese hombre que le regalaba parques a la gente sin siquiera conocerla. Han pasado muchos años y casualmente es él, sentado a la sombra del árbol naranja de Ariza, el que me permite darle un vistazo a la vida anónima del empresario exitoso, para contársela a aquellos que como yo se preguntan cuál es la vida de un hombre con tanta fortuna.
Trabaja doce horas al día y reconoce que en las otras doce debería dormir, pero se acuesta a la una de la mañana y se levanta a las seis. Hablando de amigos, Luis Carlos Sarmiento recuerda mentalmente sus nombres y los cuenta con los dedos de las manos…
–¿Cómo reconoce a un amigo? –pregunto.
–Medita un momento midiendo sus palabras y finalmente dice: “Después de testearlo”.
De seguro posee la imperturbabilidad emocional de la que deben ser dueños los administradores, pero no por eso de su vida personal han sido excluidas las emociones propias del hombre. Se precia de saber varias poesías completas aunque nunca las ha dedicado a alguien, las guarda sin querer desde la época del colegio como testimonio de su afinada memoria. Durante el tiempo libre o de rato en rato, por lo general en su oficina, saca el sudoku, “soy bueno para eso”. Cuando tiene más tiempo se va para su “tierrita” a montar cuatrimoto y a salir a caminar por la montaña, algunas veces abriendo trocha con el machete que se cuelga al cinto. Ha regalado esmeraldas y orquídeas. Y cuando le pregunto cuál es su domingo ideal, sin dudar responde “es ese en el que me quedo en mi casa y me puedo leer todos los periódicos, leo libros y revistas de temas económicos y almuerzo tranquilo”… ¿Y el postre que no perdona?, le pregunto, “cuajada con melao”, me
responde.
Me interesa conocer su relación con los medios tradicionales y con los digitales y estas son las respuestas que encuentro: escucha radio, le gustan los programas de opinión, aquellos donde se propicia el debate y los que tienen que ver con economía. En la televisión busca todos los noticieros. Y entre las revistas prefiere a Semana y a Dinero. “La última vez que fui a un cinema a ver una película, fue hace como treinta años”.
Usa el correo electrónico, no sabe chatear, conoce qué es twitter pero no le interesa hacer uso de él, ni del servicio de mensajes de texto. De los inventos tecnológicos que ha conocido en su vida considera imprescindibles a Internet y el celular.
Le pregunto que si lee algún blog y me dice que ninguno, le confieso que leí varios antes de entrevistarlo para indagar qué escribía la gente sobre él y que de ahí surgieron dos preguntas que recogen lo que la gente del común quisiera preguntarle o aclarar. “Pues pregunte” –me indica.
–¿Que les diría a esos miles de colombianos que consideran que los bancos los traicionaron porque presionaron al gobierno para que desmontara DMG?
–Nada más lejos de la realidad. Uno, no presioné, nunca moví un dedo, eso era un problema de orden público y tenía que ser resuelto por el gobierno, no era un problema de banqueros, porque ahí no había competencia, porque esa entidad y los bancos no son iguales. Tenemos un negocio lícito, establecido y reconocido, con inmensos patrimonios, mientras que ese era un negocio ilícito, mal establecido, mentiroso, tramposo.
–¡Ese negocio se acabó solo! –afirma.
–¿Por qué tanta gente creyó en ellos?
–Por ingenuos e ignorantes. Por la magnitud y lo desproporcionado de la oferta. Ofrecían ciento por ciento de rendimiento por año. Es elemental y evidente que no hay ningún negocio lícito en el mundo, ni lo ha habido jamás, que pueda producir ciento por ciento de rendimientos continuados por año. Esas pirámides, que no son nuevas, a ese hombre no fue al primero que se le ocurrió, esa forma de hacer plata con los ciudadanos desprevenidos viene de años atrás, y se repiten, nos visitan por oleadas, se extienden por todos los países. Esta no es la primera vez que yo veo que esto sucede en Colombia, antes que esa empresa muchos otros avivatos se han aparecido. No había que ser un genio para saber cuál sería el final de ese negocio. Por eso yo nunca moví un dedo, nunca tuve la más mínima duda de que se iba a desbaratar solo.
–En 1988 se introdujo el 4 x 1.000 para evitar la quiebra de las entidades financieras. Estamos en 2010 y el 4 x 1.000 sigue vigente. ¿Si estuviera en sus manos decidir en qué invertirlo, para qué lo usaría?
–En infraestructura –responde, aclarándole que invertiría una cifra similar a esa, aunque trataría de no mantener ese impuesto. Porque para mí ese impuesto es inconveniente, antitécnico, y es culpable en muy buena medida de que al sistema financiero no hayan ingresado más personas.
Lo establecieron supuestamente para evitar la quiebra del sistema financiero, pero eso no fue verdad, ni un peso de ese 4 x 1.000 llegó jamás al sistema financiero privado. La plata que se recibió por este impuesto fue íntegramente enviada al sistema financiero público.
Sobre Colombia
¿Qué hace falta explotar en Colombia?
Los Llanos Orientales. Esa región debe ser la meta de Colombia para los próximos años. Las oportunidades que hay allí son todas. Para capital, para mano de obra, para grandes obras de ingeniería, para el crecimiento del producto interno, para todo.
¿El que venga a Colombia qué se puede llevar?
El recuerdo imborrable de haber conocido Cartagena y la calidez colombiana, que se ve en la amabilidad natural que nos hace especiales.
¿El que venga a Colombia a hacer negocios qué debe saber?
Que para los negocios los colombianos somos particularmente serios, los negocios aquí se cumplen mucho más que en otros sitios.
Sobre hacer empresa
Muchos creen que hacer empresa es tener una idea y salir a buscar quién la apoye. O más bien buscarle financiación y echarla a andar, eso no es todo. Eso se dice fácil, pero en la práctica se requieren organización, rigurosidad, constancia, conocimiento, buena administración, buena contabilidad... No basarse en ilusiones sino en cifras.
En 1956 se independizó, ganó dinero y reconocimiento porque pudo ver oportunidades de negocio que otros dejaron pasar por miedo a transitar por zonas agobiada por la violencia. Sin embargo, al necesitar mayor respaldo económico, solicitó su primer préstamo bancario por $4.000 en el Banco de los Andes y el gerente le dijo: “No se preocupe joven, que el préstamo… oportunamente le será negado”, y en efecto eso sucedió días después.