
Inspiró a copies y a poetas, a periodistas y escritores, a enamorados y suicidas. Sobre temas insignificantes le pregunté en una entrevista imaginada y en Cien años de soledad me escribió todas sus respuestas. Por Adriana Prieto Herrera
Cuando supe que Gabriel García Márquez enfermó, le mandé a recordar –en un trino– un remedio que los gitanos recetaban para todos los males en Cien años de soledad: "Menjunje de jarapellinosos genios jerosolimitanos". También ese día, buscando el nombre del milagroso remedio se empezaron a salir del libro todas las palabras y las definiciones que había marcado página tras página; quise comérmelas de nuevo: acuseta, alacranear, atortugarse, amelazado, angelizado, aromar, berenjenal, borboritante, cachaco, cháchara, chéchere, coroto, currutaco...