
Hace 20 años Carlos Delgado me invitó a crear con él la revista de la Asociación Nacional de Anunciantes, pero quiero subrayar que no fue su inexperiencia en este oficio la razón que lo llevó a reclutarme para darle forma a su idea, más bien, me atrevo a asegurar que tras 35 años de experiencia –que para esa época Carlos ya acumulaba entre los medios–, lo que hizo fue rodearse de profesionales de múltiples generaciones que podíamos interpretar una de las piezas que él dirigía magistralmente y que había compuesto cuando apenas contaba 17 años y cursaba quinto de bachillerato.
Él fue uno de los tantos estudiantes que en mayo de 1957 se manifestaron públicamente porque no podían seguir como espectadores de una dictadura que aplicaba restricciones a las libertades ciudadanas, censura a la prensa, promovía la quema de libros, estaba en conflicto con la Iglesia, había suspendido las elecciones y manejaba arbitrariamente la economía. Fue protagonista entre los que propiciaron el derrocamiento y a pesar de haber sido víctima de los chorros de agua que disparaban los camiones oficiales, y haber estado privado de su libertad en la Plaza de toros Santamaría por hacer públicas las demandas de los estudiantes al dictador Gustavo Rojas Pinilla, celebró su derrocamiento con la fuerza de las palabras que aparecieron impresas en un periódico estudiantil que circulaba cada 15 días y que fundó junto a una docena de sus amigos titulado Evolución. Un par de diarios de la época, La República y El Independiente, registraron en junio de ese año que dicho periódico además de ser una ventana cultural buscaba servir de medio de unión y entendimiento entre los dos partidos políticos que agrupaban a la juventud colombiana. El diario, que se vendía por quince centavos en las esquinas de Bogotá, otras ciudades del país y Venezuela, propiciaba el debate e invitaba al consenso, allí Carlos ejerció como director y firmaba como Cadelpe sus opiniones. Pocos conocen este significativo aparte de su historia; citarlo confirma el espíritu que desde siempre permeó todas las iniciativas en las que Carlos se involucró, y a la vez destaca el valor que estas adquieren cuando son apoyadas por un medio. Carlos creyó en la democracia y en la comunicación como herramienta para defender la libertad y para transmitir valores que son cimientos de la responsabilidad. Jamás se detuvo.
Antes de graduarse como abogado especializado en Derecho Laboral de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Javeriana, Carlos fundó el semanario Crítica y el noticiero económico Síntesis que se transmitía por Caracol. Cuando viajó a París para continuar sus estudios como becario, hizo comentarios para América Latina desde la Radio Televisión Francesa –RTF–. Y de regreso a Colombia se vinculó en la gerencia de producciones cinematográficas Esmeralda, a la par que escribía sus opiniones en periódicos como La República, La Patria, El Colombiano y El País. Se desempeñó como director de Inravisión y de Andiarios. Fue un hombre de medios, vio nacer y morir muchos diarios, programas de televisión y por supuesto revistas, por eso, ante la presión de unos y otros siempre supo detener con sabiduría y humor la euforia de quienes pedían una revista que le compitiera a la que los colombianos más leían o que por lo menos se publicara 12 veces al año. Nadie mejor que Carlos dio ejemplo de esfuerzo sostenido. Por eso hoy celebramos 20 años de publicaciones ininterrumpidas; llevó la revista a la web antes que sus pares y preparaba para el futuro inmediato el paso de la revista a un formato más contemporáneo. En su último editorial expresó sus intenciones.
Cuando Carlos fundó la revista ANDA quiso que naciera grande –"no quiero un folleto de cuatro páginas, ese ya lo tenemos, quiero una revista de verdad", me indicó–. Sabía lo que representaría para el gremio un medio que reflejara el compromiso de los anunciantes y su participación en la sociedad, que mostrara sus convicciones, sus retos, sus iniciativas, sus logros, y que, sobre todo, les diera cabida a los sucesos que enmarcan la realidad en la que se mueven productos y servicios.
Carlos se entregaba a su trabajo, pero también sabía detenerse para cultivar otros aspectos de su humanidad. Me recalcó varias veces: "No solo de publicidad vive el hombre", cuando me pidió abrir secciones para un poeta, un sommelier, un experto en economía, algunos escritores y otros tantos protagonistas de la vida nacional e internacional que con sus aportes enriquecían nuestras páginas desde diferentes sectores.
El dueño de un importante grupo de revistas le comentó en más de una oportunidad que envidiaba el departamento comercial de la revista ANDA porque lograba cubrir la cuota publicitaria sin problemas; ignoraba este, que Carlos desde el primer y hasta el último día tuvo que defender ante quienes eran responsables de elegir la pauta en medios que con la revista ANDA no iban a ver un incremento apreciable en sus ventas, pero que a cambio sí estaban fortaleciendo un gremio que necesitaba, entre otros, librar complicadas batallas para defender la libertad de expresión comercial.
Sus iniciativas, sumadas a las de otros, nos permiten hoy debatir sobre la responsabilidad de los medios de comunicación, la libertad de expresión, la libre competencia, la responsabilidad social de medios y anunciantes, la autorregulación y la efectividad, entre otros.
Con esta revista rendimos un homenaje a Carlos Delgado Pereira, ese hombre que tenía claro que un medio no es la panacea, pero que siempre insistió en que la revista ANDA había nacido para hacer parte de esa fuerza que, sumada al concurso de todos los que se vuelcan en torno a un objetivo, provoca cambios, cambios que con el paso de los años dan origen a mejores historias.