
Conocí a Leonor Puentes en Asomedios, asociación donde conjuntamente representábamos a las revistas y dábamos la batalla por el desarrollo de los medios de comunicación del país. Desde su atalaya de la dirección de la revista P&M, ella tomaba el pulso al sector, así como también a la publicidad y el mercadeo. Por eso, sus intervenciones e ideas eran escuchadas con atención no solo por el gremio, sino también por quienes integramos este disperso pero importante conglomerado en el país, dadas sus firmes convicciones, su personalidad y sus amplios conocimientos sobre el medio.
Si hubiera alguna palabra para definir a Leonor, creo que sería la de batalladora, ya que en su vida libró muchas batallas, y en la mayoría de ellas salió airosa. Batalló por su revista, la cual dejó consolidada con más de tres décadas de edición continua, en un país donde las publicaciones, sobre todo las especializadas, suelen durar pocos años. Batalló por el desarrollo de los medios de comunicaciones en un ambiente de libertad de empresa y de opinión. Batalló para que las agencias de publicidad se profesionalizaran y trabajaran más unidas. Batalló porque la honestidad y la ética primaran en la publicidad. Batalló para que el Estado fuera más transparente en sus contrataciones, sobre todo en publicidad. Batalló porque la comercialización de medios fuera cada vez más profesional y clara. En fin, dio las batallas por las ideas que una persona conocedora y honesta como ella quería que primaran en todo el sector empresarial de la publicidad y el mercadeo en Colombia.
Tras esa imagen de batalladora había una mujer igualmente honesta con sus ideas y su comportamiento. No toleraba la mediocridad ni las excusas, pues creía que si todos hacemos lo debido y un poco más con dedicación, nuestras empresas y el país tendrían un futuro mejor. Bien informada, buena lectora, amaba el campo y la buena mesa. En sus últimos años, ya retirada del diario trajín, disfrutaba de una cabalgata, de cuidar el jardín en su casa de campo de Nocaima, de tratar de ayudar a la gente menos favorecida de ese municipio o de un almuerzo con amigos. Propendía un rol más importante de la mujer en nuestra sociedad, sin ser una feminista recalcitrante. Defendía sus argumentos con vehemencia, pero sabía escuchar.
Esas batallas que ella dio en vida para consolidar y profesionalizar el sector, las debemos continuar porque el país las necesita y porque son el mejor homenaje que le podemos rendir a una mujer líder que dedicó su vida no solo a una publicación, sino a luchar por una industria que cada vez requiere más las ideas y conceptos que ella predicó y defendió con tanto ahínco.