
Tuve la fortuna de conocer a Jardany cuando ingresé a MacCann – Erickson como director de su departamento de radio y televisión, a comienzos de los años 60. En ese momento, la agencia publicitaria era comandada por el inolvidable Eduardo Arango Vásquez; como ejecutivos de cuentas había dos jóvenes talentosos, que luego tuvieron brillante trayectoria en el mercadeo, la comunicación comercial y los medios de comunicación masiva; me refiero a Enrique Ariza Parra y a Jardany Suárez Ramírez.
Con este último como ejecutivo de la cuenta de Celanese Colombiana, cuya publicidad manejaba MacCann-Erickson, recorrimos las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Pereira e Ibagué con espectáculos itinerantes, que presentábamos en teatros de postín y clubes sociales de rancio ancestro, que tuvieron cierta resonancia dentro del mundo empresarial vinculado con la moda: la fibra textil, la tela, el diseño y la confección.
Viajábamos con un grupo de hermosas modelos, y una distinguida chaperona. Fueron dos revistas musicales, escritas y dirigidas por el autor de estas líneas, con desfile de modas como parte integral de cada espectáculo, pues tenían unidad de argumento: “Seductora Elegancia” y “Carnaval Reina de Reinas”.
Transcurrieron días de trabajo intenso, de preocupaciones constantes que exigieron lo mejor de nuestros esfuerzos: Jardany en la parte administrativa y el suscrito en la parte espectacular.
Con Jardany mantuve siempre una amistad sincera, franca y respetuosa. Admiré en él su sencillez, su espíritu conciliador y su trato afable. Fue un profesional sin tacha, de lealtad a ultranza, y una persona cálida y confiable.