
Miles de empleados, con cariño lo llamaban: ”El Dueñito”. Arcesio Guerrero Pérez amaba la vida, pero debió partir. Una multitud de gente fue a despedirlo, pero no cupo en el templo; muchos lloraron allí.
Arcesio siempre anheló un mundo más justo y más humano. Se empeñó en cambiarle el curso a la vida de muchos, y lo logró. Trabajó con amor y pasión social por millones de colombianos. Más de 700.000 trabajadores reciben hoy de Cafam subsidios en dinero y en especie; vivienda, salud, educación, recreación; beneficia a 850.000 afiliados y a sus familias. Él lideró a Cafam por más de 40 años (desde que la creó), favoreció a varios millones de personas. Se especializó en derecho social en Estados Unidos, México y España; fue un triunfador con una capacidad mental envidiable; en su cabeza cabía todo cuanto sucedía en y con Cafam; a pesar de su poder siempre fue sencillo, amable, cálido; guardó un perfil bajo, pero recibió muchos honores por sus ejecutorias modelo de solidaridad social en América Latina.
Nuestra amistad nació en 1982, cuando yo era director de Inravision. Desde entonces, con mi familia y la de mi hermano José Fernando, compartimos con Arcesio y los suyos muchos momentos de amistad. Para él no había nada más gratificante que estar con su bella familia, compuesta por Nancy (su esposa), sus hijas: Helena, María Claudia, Marcela, Paula y Carolina, y luego, con sus yernos y nietos. Compartimos muchas vacaciones en Cafam Melgar; allí, en 1989, tras haber propuesto inútilmente a tres empresarios, “socialmente sensibles”, un proyecto de Premio para la Mujer, inspirado en mi madre, se lo planteé a Arcesio, quien de inmediato dijo “sÍ”. Lo bautizamos “Premio Cafam a la Mujer”; él siempre lo dirigió y quiso que yo lo desarrollara durante diez años y que escribiera nueve tomos del Libro de Oro de la Mujer en Colombia, que él ideó. En 25 años, 4.000 mujeres valiosas han sido postuladas al premio.
Por ser un gran líder, este hombre incomparable recibió honores y los premios más altos, de presidentes e instituciones; pero su mayor valor fue su inmensa calidad humana, su fe en nuestro país, “de grandes mujeres, de gente buena”; una patria con cicatrices que le dolían como propias, y a la vez positivo, de valiosos talentos; por eso publicó mi libro, Lo mejor de Colombia.
Arcesio Guerrero Pérez sigue vivo en el corazón de quienes tuvimos el privilegio de ser sus amigos, que conocimos su alma bondadosa, plena de humanidad; su alegría y excelente buen humor, y su prudencia. Nancy, sus hijas, nietos y yernos; Luisito Villamil (su gran escudero), Luis Gonzalo Giraldo y sus empleados, todos, sabemos que el gran Arcesio fue mucho más que el creador de Cafam, de las cajas de Compensación, de su asociación, y de su último sueño realizado: la Fundación Universitaria Cafam, de la que era rector. ¡Sí, mucho más!