Asociación Nacional de Anunciantes de Colombia
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Bogotá, Colombia

MUJERES PERVERSAS

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No se puede negar que la mujer es uno de los entes más bellos que coexisten sobre la tierra, a la altura de la rosa y del diamante, que la enternecen. Con el prestigio de ser madres, son además depositarias de la abnegación y de la dulzura. Y, cuando eran “el sexo débil”, se hicieron el objeto cortés de los cantos atiplados de los poetas y del suicidio de los corazones románticos. Otras se fueron convirtiendo –con su concurso o sin él– en el objeto sexual de amantes desaforados. O en el anacrónico objeto de palizas de machos inadecuados.

 

 

Las debiluchas, mamadas de ese calificativo tan ‘objetivo’ y, apoyadas en la fuerza arrolladora de la liberación femenina, se constituyeron en un sexo tan o más fuerte que el de su oponente complementario. Ya ni necesidad tienen de vender su cuerpo, luego de hacer valer su talento. Ahora se han hecho con el gobierno de naciones de hierro, y exigen pareja participación en administraciones a la corrupción proclives. Y en trabajos de todo tipo, en lugar del tipo. Y, cuando no están en palacio o en la calle, en el hogar son las que llevan los pantalones y ejercen la presidencia.

 

Pese a las advertencias de autores tan sabios y prestigiosos –en su momento– como Arturo Schopenhauer (El amor, las mujeres y la muerte), Otto Weininger (Sexo y carácter), José María Vargas Vila (Ibis), Guillermo Valencia (Las dos cabezas) y Jan Arb (El robo en el amor), las mujeres terminaron por imponerse, y el cavernario que las discuta puede sufrir la pena de la indiferencia muda y/o la castración de servicios. Esto es, que con la toma del poder temporal por parte del eterno femenino, no desaparece la tiranía sino que cambia de tono. Muere la posibilidad de la controversia, porque el que pretende argumentar contra el feminismo es ponchado con el terminante término de “machista”, una de las peores categorías de “terrorista”.

 

Pero no todo está perdido para quienes aman tanto a las mujeres (incluyendo a la suya propia) que quieren quitarles la razón, que las perjudica. Y volver a ponerlas en su sitial de honor que es la adoración; no el debate con la diosa, que sólo con abrir la boca deja de serlo. Un refuerzo providencial ha llegado en forma de libro, no escrito por uno de esos monstruos que cité anteriormente, sino por una estudiosa del comportamiento femenino a través de libros sagrados, históricos, la literatura de ficción, las leyendas y sus experiencias personales. Ella se llama Susana Castellanos, y su libro, editado por Norma, Mujeres perversas de la historia. Aunque pueden contarse más hombres perversos que mujeres –por su manejo tradicional del rol público–, dice nuestra audaz autora, y no somos nadie para contradecirla: “Yo me atrevería a decir que han sido peores, porque después de recorrer la historia de mujeres malvadas te das cuenta de que hay una tendencia de hacer de un problema personal un problema político”. Trascendental. Manes de Juana la Loca.

 

Narra las crueles intimidades de mujeres fatales como Judith, que le cortó la cabeza a Holofernes después de emborracharlo y chupaflorearlo; Lucrecia Borgia, hija del papa Alejandro VI y amante de César, su hermano, que envenenaba con el anillo; Isabel la Católica, que mandó a la hoguera a dos mil personas y expulsó árabes y judíos para congraciarse con el papado; Elizabeth Bathory, la condesa sangrienta, que se bañaba en sangre de vírgenes para conservar su piel rozagante; la reina Margot, que andaba con los corazones de sus amantes sacrificados en los bolsillos; Lou Andreas Salomé, que casi enloqueció a los tres genios que tuvo al tiro, Nietzsche, el filósofo, Rilke, el poeta, y Freud, el psiquiatra.

 

No han cambiado los tiempos. No es sino mirar en la televisión el programa Mujeres asesinas. Hasta susto da meterse en la cama.