
A través de nuevos referentes, de historias, símbolos y lenguaje, podemos construir una cultura más propositiva, más constructiva, más incluyente que despierte el espíritu patrio y haga rezonar positivamente el nombre de Colombia en el mundo. Por Pedro Medina, emprendedor social, lidera Yo creo en Colombia
Es difícil creer en algo que uno no conoce. Es difícil crear cuando no se cree. Es difícil creer en medio de una inundación de malas noticias. Hace unos días, tuve tres amigos cenando en mi casa, y estábamos hablando sobre ese debate de las buenas y malas noticias, y sobre el paradigma de que la buena noticia es la que vende. Yo preparé un pescado, una ensalada y un puré de papa esa noche, y en medio de la preparación me puse a pensar en que el puré de papa puede ser como las buenas noticias –fofo, aburrido, sin mucha atracción–. Abrí la olla express y decidí meter cubios, gubias y arracacha junto con las papas criollas que ya estaban ahí. Le agregué una cebolla picada y una manotada de maíz recién desgranado del que uno compra en la plaza de mercado. Dejé pitar la olla quince minutos y la abrí, le saqué el agua y con una cuchara de palo aplasté el contenido de la olla y lo mezclé bien. Le añadí aceite de oliva, leche de soya, sal, pimienta y un poco de ají de Guaviare. Lo metí todo en una olleta de barro, y encima le puse plátano que previamente había cortado y fritado en trozos pequeños crujientes y melcochudos. A mis amigos les conté que así como en Lima tienen un puré de papa “engallado” que se llama “la causa limeña”, aquí en Colombia también lo tenemos. Este plato lo bauticé “la causa colombiana”. ¡Quedaron fascinados!
La buena noticia puede ser como el puré de papa. La mala noticia vende, porque tiene textura, sabor, morbo y picante. Si a la buena noticia le insertamos textura, sabor, energía, y picante, la buena noticia también vende, sabe mucho más rico que la mala noticia, y tiene un efecto colateral mucho más productivo que la mala noticia. La buena noticia, esa noticia sobre héroes, hazañas e hitos, esa noticia que engancha el espíritu, que logra contagio positivo, que promueve el sentimiento de “sí podemos”, que amplía la conciencia, es indispensable en una Colombia que se está reinventando.
Podemos crear oportunidades a partir de modificar o reforzar cinco elementos: el referente externo, las historias, los símbolos, el lenguaje y la cultura.
¿Cuáles son las historias que contamos en Colombia? En un evento ante 500 personas recientemente, les pregunté: ¿Quién de ustedes sabe quién es Raúl Cuero, o Vicky Colbert o Martín Murillo? Ninguno alzó la mano. ¿Quién de ustedes sabe quién es Pablo Escobar? Todos alzaron la mano. ¿Por qué tanto énfasis en lo malo? Nos faltan referentes propositivos y constructivos. El éxito genera éxito, el logro genera logro. El ser humano tiene neuronas espejo que imitan lo que ven en los demás.
Colombia hizo 58 películas de cine entre 1998 y 2008. El 80% de los temas son V P G N: violencia, prostitución, guerrilla y narcotráfico. ¿Cuál es el mensaje que queremos exportar de nuestro país? ¿Cuál es el comportamiento que queremos que nuestra gente emule?
¿Cuáles son los símbolos que usamos, y cuáles son los significados que usamos para esos símbolos? Crecí viendo elefantes, hipopótamos, leones y rinocerontes en los libros de mi colegio. No vi un chigüiro, ni una danta, ni una musaraña hasta cuando fui adulto. No sabía que teníamos el roedor más grande del planeta, ni el mamífero más pequeño del mundo, ni el Atrato, el río más caudaloso del mundo por metro cuadrado, ni los indígenas cofán, la etnia amazónica que más sabe sobre el uso de plantas para fines medicinales, ni la segunda laguna más grande de Sur América. Crecí pensando que Miami era lo máximo, y que aquello importado era mucho mejor que lo colombiano. Vi los modelos foráneos en las revistas y en el cine y pensé que la belleza era la belleza europea. Hoy día veo en nuestros indígenas un símbolo de nuestra diversidad y de la fortaleza que tenemos como país, veo nuestros productos –panela, hormigas culonas, guama, gulupa, huevos de lisa, músicos jóvenes, city tours, observación de aves, turismo social, apoyo a emprendedores– como símbolos de aquello que nos hace únicos, especiales, productos diferenciadores, productos llenos de potencial sin explotar.
¿Cuál es el lenguaje que utilizamos, y cómo abrimos o cerramos puertas con ese lenguaje? Escucho a mi gente conversando y con frecuencia oigo expresiones como “este país”. Me encanta cuando alguien dice “nuestro país”. Escucho palabras y expresiones que le restan fuerza a los argumentos –palabras fofas– como: “voy a tratar”, “no se pudo”, “me sacó la piedra”, “casi”. Me encanta escuchar: “cuente conmigo”, “me comprometo”. La palabra tiene poder. Decimos que algo es cierto basado en suposiciones. Miguel Ruiz escribe en su libro Los cuatro acuerdos: “Tendemos a hacer suposiciones sobre todo. El problema es que, al hacerlo, creemos que lo que suponemos es cierto. Producimos mucho veneno emocional haciendo suposiciones. Cuando ya no hagas suposiciones tus palabras se volverán impecables”. Qué interesante pasar de frases como “a pesar de” a frases como “a raíz de”, de “lo que pasa es que” al “qué pasaría si”, del “sí, pero” al “sí, y”. Carlos Barrios, sacerdote maya, me comentaba recientemente que mucha gente ve el terremoto de Japón como una tragedia. Los mayas lo ven como un llamado a despertar.
¿Cuál es nuestra cultura, y qué tan propicia es para lograr construir la Colombia que queremos construir? Si definimos la cultura como los hitos, mitos, historias, lenguaje y forma de relacionarse de la gente, ¿hasta qué punto nuestra cultura es un facilitador o un obstáculo hacia la construcción de una nación justa, incluyente, pacífica y autosostenible? Algunos argumentarán que la cultura es la cultura y no se puede cambiar. La historia muestra que eso no es cierto, ejemplos como los de Mockus en Bogotá, nos demuestran que los colombianos sí podemos cambiar.
¿Cómo, entonces, logramos construir puentes en una nación llena de brechas, tejer redes en una nación llena de iniciativas desarticuladas e inventarnos trampolines en una nación llena de iniciativas que merecen ser catapultadas? Me han dicho que la vida es como la culinaria: depende de lo que uno le agregue y como lo mezcle. A veces uno sigue una receta, a veces uno improvisa. Veo cinco soluciones que uno las puede mezclar a su antojo en el orden y las dosis que le plazcan.
1) Cambiar de espejo con el que nos vemos. Utilizando el referente externo, esa forma como los extranjeros nos ven, para ampliar conciencia. Un canadiense me decía: “Bogotá tiene un show cultural en cada esquina”. El foráneo es el que rompe los paradigmas. Muchos paradigmas se rompen en las fronteras.
2) Contemos las historias que nos elevan el espíritu, que nos motivan a trabajar por lo nuestro, que nos generan esperanza en nuestros congéneres. El cuento que no contamos no cuenta. Usemos elementos como el Twitter para contagiar con lo bueno. Mi Twitter es @yccpedro.
3) Construyamos símbolos y significados que nos pongan a volar. En cinco años les he sacado 25.000 palomitas a 25.000 colombianos de la oreja. Este símbolo y cientos de otros son anclas para generar un pensamiento propositivo y constructivo.
4) Construyamos un lenguaje que facilite el pensamiento creativo, cuidemos las preguntas que hacemos dándonos cuenta de que todas las preguntas tienen una carga positiva o negativa.
5) Seamos conscientes de que la cultura la construimos entre todos, con mucha dificultad y la puede destruir uno solo con mucha facilidad.
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