
Hubo una época en la que los periódicos, revistas y sistemas radiales eran ejemplo del “bien escribir” y del “bien decir”.
Periodistas, linotipistas, correctores de pruebas, locutores y directores de radio eran exigentes cultores de nuestra hermosa lengua materna. Tiempos idos que, parece, se extinguieron en la memoria de los años.
Dicen algunos que “todo tiempo pasado fue mejor”. Nunca lo he creído así, porque pienso que el más bello sendero es el que está adelante, el que nos ofrece nuevos retos y el que nos exige nuevo vigor, el que no conocemos porque “caminante: no hay camino, se hace camino al andar”; porque las expectativas están cifradas sobre el hoy y el mañana.
Estoy totalmente de acuerdo con aquellos pensadores que consideran que el pasado debe ser fundamento de las acciones que se ejecuten hoy en procura de un futuro que mejore la calidad de vida del ser humano.
Sin embargo, en vista de lo que, actualmente, nos brindan los periódicos, las revistas y las emisoras de radio y televisión, la duda nos asalta irremediablemente y nos trata de desorientar.
Sabemos que los idiomas son dinámicos, en la medida en que el hombre va renovando su entorno, por causa de los hallazgos, de los inventos, de las modas; pero existe una gran diferencia entre adoptar nuevos vocablos y nuevos giros, a la sombra de lo que la ciencia y la tecnología topan en otras latitudes, en otros idiomas. Eso es necesario y correcto: el mundo se ensancha, porque es la medida de mujeres y hombres que lo van ampliando, que lo van modificando, que lo van entallando de acuerdo con sus circunstancias; porque el mundo es fruto de sus iniciativas y en él deben caber quienes lo construyen día a día.
Pero los principios y fundamentos de nuestros valores, si bien cambian de herramientas con el paso de la vida, siempre deben preservarse en su esencia y los de nuestra lengua no son la excepción.
En nuestros días hay, entre otros muchos casos, una prodigalidad en el uso de la preposición “a”; una gran mezquindad en la utilización de la preposición “con”; y una gran promiscuidad en la aplicación de las preposiciones “en”, “de”, “para” y “por”. Dicen los académicos que la mayor parte de los errores gramaticales tienen origen prepositivo; razón no les falta,
Quienes hemos tenido el honor de ser profesores universitarios, sabemos que a nuestras manos llegan alumnos que no saben expresarse por escrito ni oralmente; que sus exposiciones son paupérrimas en léxico, deplorables en sintaxis, gramaticalmente catastróficas.
Algo se debe hacer. El Ministerio de Educación debe encarar este problema, con la cooperación de nuestra respetable Academia Colombiana de la Lengua y de las universidades pedagógicas que tienen la irrenunciable tarea de preparar a los maestros en el buen manejo de nuestra lengua.