Luego de “huir” de Barranquilla para afrontar un mundo desconocido e incierto en el interior del país, y de su arribo a Zipaquirá, Gabriel García Márquez se ganó a pulso la forma de educarse y de no ser una carga más para su familia. Por Gustavo Castro Caycedo, escritor, periodista y consultor de televisión.
Todo corrió por su cuenta y por la de su “buena estrella”. Llegó por accidente a Zipaquirá, donde encauzaron su gran talento hacia las letras; Gabo leyó, estudió, aprendió, perseveró, se dejó formar, se desarrolló intelectualmente, escribió como quería su profesor de literatura Carlos Julio Calderón Hermida, y llegó tan lejos como ningún colombiano hasta hoy. Y a los 17 años las circunstancias lo llevaron a buscar anunciantes en la ciudad de la sal.
A pesar de los compañeros de colegio que lo rodeaban, su primera noche en Zipaquirá (la del lunes 8 de marzo de 1943) concluyó un día pleno de emociones, de enfrentamiento con costumbres distintas y extrañas; de sorpresas, de frío, de añoranza. García Márquez experimentó sus primeras horas nocturnas de soledad, rodeado por muchachos de regiones colombianas muy distintas de la suya.
Y lloró de coraje, en silencio, tapándose la cara con la sábana, para que sus compañeros de dormitorio (en el segundo piso de la casona colonial del Liceo Nacional de Varones, construida en el siglo XVIII) no se dieran cuenta, porque supuestamente “los varones no podemos llorar”.
Fueron horas eternas, no pudo conciliar el sueño por la añoranza de su tierra, por las cobijas yertas y por los ronquidos con “esencia” boyacense, cundinamarquesa o costeña, de sus compañeros de dormitorio.
A las seis de la mañana Gabo enfrentó otra gran pesadilla en Zipaquirá: el agua ofensivamente helada que brotaba de la regadera “hirió su cuerpo”, en un baño enchapado con baldosines blancos de Pedernal Corona, congelados de piso a techo, la que caía de unos tubos que retenían el frío, como si fueran congeladores.
En Zipaquirá siempre le dieron gran importancia a la cultura, y en especial a la literatura. En el presupuesto municipal las actividades intelectuales (de ocurrencia común) recibían los más altos presupuestos. Desde antes de 1900, en esa ciudad, que una vez fue capital de la nación, hasta presentaban espectáculos de ópera.
Gabo estudió bachillerato y se graduó el 12 de diciembre de 1946 en el Liceo Nacional de Varones de esa ciudad, que era el mejor colegio de bachillerato que había en Colombia, donde estuvo rodeado de poetas, escritores y amantes de la literatura. Allí, la formación en las letras era prioritaria, iba mucho más allá de la asistencia a clases, tanto que la jornada literaria terminaba sólo después de las nueve y media de la noche, cuando tras acostarse, a los estudiantes internos un profesor les leía un capítulo de un libro de la literatura colombiana, de América o universal, escogido con la intención de fortalecer su amor por las letras. Otra expresión cultural allí eran las tertulias literarias, o las de los sábados en casa de “la Manca” González, o cada vez que a alguien se le ocurría. Todo eso que consolidó la inducción literaria intensiva que Gabriel García Márquez recibió en Zipaquirá.
Cuando salió de Zipaquirá quería ser periodista
La pasión de Gabriel García Márquez por las letras fue estimulada e impulsada allí por sus profesores, Carlos Julio Calderón Hermida, Manuel Cuello del Río, Carlos Martín, Héctor Figueroa y Guillermo Quevedo Zornoza, y por su protectora, una vecina llamada Cecilia González Pizano, a quien llamaba “la Manquita”, porque le faltaba una mano.
Otro hecho clave de la formación de García Márquez en Zipaquirá fue su incursión en el periodismo. Los estudiantes solían desarrollar en sus tareas, exposiciones y ensayos y el estudio de temas nacionales, con vocación de periodistas. Eso marcó a Gabo. Jon Anderson, en Refriegas otoñales, cuenta que él le dijo: “Cuando salí del Liceo yo quería ser periodista, quería escribir novelas y quería hacer algo para lograr una sociedad más justa”.
García Márquez y su compañero de estudio Mario Convers decidieron crear en 1944 en el Liceo, el “Grupo Literario de los Trece”, integrado por igual número de estudiantes, y también publicar un periódico, con el apoyo del poeta Carlos Martín, uno de los fundadores del “piedracelismo”, quien acababa de llegar a Zipaquirá como rector del Liceo.
García y Convers fundaron el periódico Gaceta Literaria, dedicado a la divulgación de la literatura entre los alumnos de ese centro educativo y con el propósito de hacerlo extensivo a otros colegios nacionales.
En la primera edición de la Gaceta, Gabo escribió y firmó con el seudónimo “Javier Garcés”, que continuó utilizando en sus poemas y prosas, y fue encargado de conseguir los anunciantes que financiaran la publicación.
La primera dificultad para Gabo, Convers y sus compañeros fue ponerle nombre al Grupo. Barajaron muchos, hicieron varias votaciones, sin lograr ponerse de acuerdo, pero apareció la solución; como los integrantes eran trece, le pusieron “El Grupo de los Trece”. En realidad debió llamarse “de los Quince”, ya que Carlos Martín y “la Manquita” Cecilia González asistían a sus reuniones y tertulias, realizadas regularmente en la biblioteca del Liceo.
Uno de los compañeros de Gabo en Zipaquirá, Alfredo García Romero, recuerda sin ninguna dificultad: “Con Gabriel García Márquez integramos ‘El Grupo de los Trece’: Mario Convers, Humberto Jaimes Cañarete, Ricardo González Ripol, Guillermo López Guerra, Álvaro Ruiz Torres, Antonio Martínez Sierra, Henry Sánchez, Tulio Villafañe, Manuel Arenas Barón, Guillermo Sánchez Dugarte, Julio César Morales, y yo”.
Estos nombraron los dignatarios responsables del periódico. Convers quedó de presidente y director de la Gaceta Literaria, “Órgano del Centro Literario de Los Trece, del Liceo Nacional”. A Gabo lo nombraron jefe de redacción; Carlos Martín y Carlos Julio Calderón Hermida (el profesor de literatura que formó a García Márquez) fueron asesores del Centro y de la Gaceta, que tenía formato de periódico, a cinco columnas.
García Márquez también manejó la sección “Nuestros poetas” y publicó en esa edición inaugural un relato que tituló “El instante de un río”, en la sección “Prosas Líricas”. Para la sección “Nuestros poetas”, Gabo y Convers se propusieron entrevistar a los poetas Jorge Rojas y Eduardo Carranza, amigos comunes de “la Manquita” González y de Carlos
Martín, aprovechando que estarían de visita en casa de este último. Y allí, en la mansión colonial, diagonal a la Catedral Mayor de Zipaquirá, Martín propició la entrevista de los jóvenes periodistas a sus dos amigos poetas.
Gabo convenció a los comerciantes
La puesta en circulación del primer número de la Gaceta Literaria era esperada con ansiedad en Zipaquirá, hasta que por fin estuvo impresa, luego de que fueron vencidas muchas dificultades de tipo económico gracias a la laboriosa consecución de anunciantes lograda por el joven García Márquez, a quien sus compañeros llamaban “Peluca”. Él logró el milagro de convencer a unos cuantos comerciantes de anunciar en la Gaceta Literaria. La mayor inversión conseguida por Gabo fue un aviso de la papelería La Voz del Zipa.
Se planeó lanzar el periódico el 13 de julio de 1944. La publicación era inmejorable, el artículo central, “Ante la Nueva Voz”, lo escribió Carlos Martín, y en el centro del periódico predominaba una foto suya.
Pero alguien mal intencionado había propagado la versión de que en el Liceo Nacional de Varones estaban haciendo propaganda comunista y que su Gaceta Literaria traía un artículo ciertamente subversivo que violaba la censura impuesta luego de ser declarado el estado de sitio.
El alcalde de Zipaquirá, Carlos E. Acosta, allanó el Liceo con un grupo de policías para incautar la propaganda revolucionaria que tenían escondida allí, lo cual no pudieron hacer, simplemente porque se trataba de una mentira.
La otra misión del alcalde fue decomisar la edición de la Gaceta Literaria, que iba a ser distribuida; la policía la quemó. Solo se salvaron dos ejemplares, uno que había guardado Carlos Martín, y otro que tomó a tiempo Álvaro Ruiz Torres, compañero de curso de Gabriel García Márquez.
Según Miguel Lozano, otro compañero de Gabo, “El Comandante de Policía en Zipaquirá era el tristemente célebre mayor Luis Carlos Hernández Soler (a quien le decían ‘Carepuño’ en Zipaquirá), acusado de ser autor intelectual del asesinato del boxeador ‘Mamatoco’, ocurrido el 15 de julio de 1943”.
Luego, el ministro de Educación, Antonio Rocha, citó a Carlos Martín y le exigió la renuncia. Cuando este llegó a su despacho, lo encontró con un ejemplar de la Gaceta y, según cuenta doña Leonor Ferro de Martín, su viuda (quien murió en diciembre pasado, casi dos meses después de él), “estuvo muy sentido un tiempo, porque fue una infamia lo que nos hicieron, y digo nos, porque eso perjudicó a nuestra familia”.
Hasta ahora sobre esta historia se había dicho que a Carlos Martín lo sacaron del Liceo por su artículo revolucionario en la Gaceta Literaria. Pero la realidad, contada por tres de sus alumnos, Miguel Lozano, Eduardo Angulo Flórez y Alfredo García Romero, es que el lío no se generó por el artículo “Ante la Nueva Voz”, de Carlos Martín, sino por el que escribió Mario Convers, titulado “Nova sit Omnia” (Sea todo nuevo), en el que éste criticaba algunas acciones y decisiones del gobierno, y hablaba del abuso de algunos políticos.
Así, el nacimiento del periódico que tantas ilusiones generó en Gabriel García Márquez, luego de su eficiente consecución de anunciantes, terminó convirtiéndose en una gran frustración suya, de sus compañeros y profesores, y de muchos zipaquireños. La censura oficial fue respondida por la unánime expresión de respaldo a Carlos Martín, con una protesta pública en la Plaza Mayor de Zipaquirá, donde hubo “abajos” al alcalde y a la policía, y vivas al rector.
Según Álvaro Ruiz Torres, “Gabo duró varios días indignado por la arbitrariedad por órdenes venidas del Ministerio de Educación, y el día del allanamiento se refirió al alcalde, con la palabrota: ‘Alcalde hijuep…’. Y yo lo entendí, estaba tan disgustado como lo estuvimos todos en el Liceo”.