Varias fundaciones inculcan la sana convivencia a través del fútbol. Usan procesos formativos más completos con el apoyo de Bancolombia, que ve en las canchas un reflejo de nuestra sociedad.
Hace unas semanas los medios nos inundaban con noticias de los Juegos Olímpicos. Durante un mes 10.500 deportistas de 206 países nos regalaron historias de superación, de victorias forjadas con las uñas y de amistades improbables, como la que nació de la selfie de Lee Eun Ju, de Corea del Sur y Hong Un Jong de Corea del Norte, sorprendieron al mundo. Al entrar a la arena factores como religión, raza o ideologías se quedan por fuera. No hay espacio para el odio.
El deporte, y más el que se hace en equipos, se trata de convivir. Si no fuera por una acción tan sencilla como la de comprender y trabajar con el otro sería imposible llegar a la meta, cumplir los sueños, crecer. Y eso que es apenas uno de tantos valores que nos puede enseñar el practicar alguna disciplina. Así lo confirma Diego Rodríguez, coordinador de proyecto de la fundación Tiempo de Juego, que hoy aprovecha estos principios para darle un vuelco a la vida de las nuevas generaciones a través del fútbol.
Lo hacen desde 2006 con 250 niños entre los 6 y los 17 años, habitantes de Altos de Cazucá en Soacha. La idea es usar el fútbol como herramienta para alejarlos de problemáticas relacionadas con violencia intrafamiliar, barria, así como del consumo de sustancias psicoactivas, el embarazo adolescente y las pandillas. No es la única que lo hace. En Ibagué la Fundación Colombia Somos Todos, creada por otra estrella de la selección, James Rodríguez, lleva a cabo una labor similar con el objetivo de apoyar a los niños de escasos recursos de la región para que exploten sus talentos a través del deporte. El proceso lo repite desde hace más de diez años la Fundación Talentos en Corinto, Cauca. “En un territorio como Corinto, que vive situaciones complejas, el deporte se convierte en la gran oportunidad”, explica el presidente de esta última, Eduardo Alberto Molina.
Pero conseguir los recursos para que los pequeños puedan jugar al fútbol no es nada fácil. Por eso, a través del programa Fútbol para la Convivencia, todas estas organizaciones reciben el apoyo de la línea de convivencia de Bancolombia, que cree firmemente en que este deporte demuestra perfectamente que todos somos parte de algo más amplio: la sociedad.
Del banco, las fundaciones reciben apoyo financiero para fortalecer sus procesos técnicos, deportivos y psicosociales, pues como explica Molina, los fondos también se usan para la formación de los profesores que trabajan en la iniciativa. Lo complementa Rodríguez, quien indica que parte del trabajo es aplicar una estrategia donde a través del deporte los jóvenes “aprendan las habilidades para la vida formuladas por la Organización Mundial de la Salud en los 90”. Con esto se refiere a la correcta toma de decisiones, la comunicación sin violencia, la empatía, la resolución de conflictos, el manejo de emociones y el pensamiento creativo. Cosas que se pueden aprender en partidos de fútbol de tres tiempos. En el primero se acuerdan las reglas de juego, estableciendo puntos por acciones simples como celebrar los goles del contrario o ayudar a levantar al otro. En el segundo tiene lugar el partido, y en el tercero se retroalimenta y se premia a quienes cumplieron las reglas. “No siempre gana el que hace más goles sino el que cumple con los acuerdos”, agrega Rodríguez.
Esta metodología ha probado ser efectiva. Lisbei Tombe, líder juvenil que lleva diez años en la Fundación Talentos explica que jugar al fútbol la “ha conectado para tener muchas oportunidades. Ha generado en mi un progreso lleno de liderazgo, convivencia y amistad”. Además señala que en el tiempo que lleva ayudando a formar a las pequeñas promesas de Corinto se ha dado cuenta que se trata de una iniciativa que aporta para que los niños “visualicen un futuro mejor, lleno de oportunidades, sueños y cosas lindas”. Solo se necesita un partido de fútbol para que la vida tenga un nuevo inicio.