"Enseñaba que la vida empresarial no es solo lograr las metas, sino el cómo lograrlas", dice en una semblanza Camilo Herrera Mora, fundador de Raddar. Para muchos de nosotros, Nutresa es un nombre desconocido; pero si nos hablan de Zenú, Noel, Corona, Sello Rojo, Doria, Crem Helado y Jet, entendemos desde nuestra infancia que esa palabra tiene más que sentido, tiene un propósito.
En el año 2.000 comenzó uno de los viajes más osados que ha tenido el mundo empresarial colombiano, buscando unir los rumbos de más de 50 marcas de alimentos, en un solo grupo empresarial, que no solo logrará eficiencias económicas, sino que apuntará a mejorar la nutrición de los colombianos.
Este gran viaje se lo dieron a Carlos Enrique Piedrahita, quien venía de dirigir Noel; un empresario preparado en las entrañas del Grupo Empresarial Antioqueño, guiado con la luz de Don Nicanor Restrepo y con esa enorme sensibilidad que le daba su gran pasión: navegar en el mar.
No lo conocí como empleado, no tuve ese enorme honor. Lo conocí desde mi rol de analista de mercado, gracias a siempre tuvo la generosidad de escuchar lo que trabajábamos en la oficina, y usarlo en sus decisiones.
Para cualquier investigador de Colombia, llegar a hablar a la Junta de Nutresa, es un honor y un reto enorme; y una vez lo hice, con el enorme infortunio de llegar tarde a la misma, lo vi cómo me miró fijamente y me dio la palabra, pese a mi equivocación, enseñándome que un error es una oportunidad y que no debemos quedarnos en él.
Como a mí, enseñó a muchos en diversos campos y sobre todo a todos los que trabajaron con él, que vieron como el sueño de crear un solo barco de muchos más, se consolidaba lentamente bajo el mando de este capitán; hoy vemos como esta empresa está en casi toda américa latina, y en los hogares colombianos.
No hace mucho, en la feria de libro en Bogotá, tuve la oportunidad de moderar un debate entre Piedrahíta y José Alberto Veléz, exdirectivo de Argos, que también ya en el retiro de su vida profesional, continuaban enseñándole a los jóvenes que estaban allí sentados, que la vida empresarial no es solo lograr las metas, sino el cómo lograrlas, el rol de la familia y el sentido de servicio a la sociedad que se tiene, siendo la cabeza de una gran empresa, o de un pequeño emprendimiento.
Los colombianos jóvenes y los niños que están creciendo, y lo que vendrá después, quizá no escuchen su nombre, pero día a día, se beneficiaran de la enorme labor que comandó este gran empresario antioqueño, para todos nosotros.
El sentido de empresa, de liderazgo, de amistad, de maestro, de mentor que nos deja este hombre, no pasará desapercibido, porque miles de personas hoy saben quien fue y honraremos su nombre mejorando continuamente el mercado, los productos, el servicio, de relación con sus colaboradores y sobre todo, con la necesidad del humanismo en las empresas colombianas.
En estos meses estaba estudiando sobre historia de la navegación en Inglaterra, y me mando un ensayo de sus materias diciéndome, “aquí va el ensayo que te comenté sobre la estrategia de Lord Nelson. Para cuando estés desvelado”, y al leerlo, comprendí una verdad de este hombre que admiro profundamente: No solo nunca dejaba de estudiar, sino que siempre lo hacía pensando, analizando lo que pasa y buscándole un sentido a la historia y al futuro.
Su voz pausada nos queda de recuerdo, como aconsejándonos que las cosas se hacen “despacio que hay afán”; Como dice su libro “Bitacora de una multilatina”, es momento de “soltar amarras, e izar velas”. Muchas gracias por tanto Capitán, Buen viento y buena mar.