De perder o ceder la innata capacidad humana de la comprensión contextual, podríamos pensar que el terreno habrá sido entregado a la automatización. Lo que ayer entusiasmaba a la gente, hoy le aburre. Las personas estamos aprendiendo a acostumbramos velozmente a las novedades para exigirlas digeridas y más rápido. Las empresas se presionan y confunden a sí mismas con la necesidad de una encomienda difusa que no dice mucho a la hora de pretender llevarla a cabo: innovar.