Por Elizabeth Melo,
Presidente Ejecutiva de la Asociación Nacional de Anunciantes
A lo largo de estos 40 años como representantes de los anunciantes en el país, hemos mantenido una intención clara: la autorregulación y las buenas prácticas en la comunicación comercial. De la mano de nuestros afiliados intercambiamos aprendizajes, casos de éxito y oportunidades de mejora. El cambio, trae cambios y la evolución que han presentado los canales de comunicación no ha sido la excepción a esto.
La gran cantidad de tiempo que ahora se invierte en la interacción con las plataformas digitales, me ha llevado a reflexionar cómo el intercambio de información en redes sociales entre usuarios y anunciantes, en muchas ocasiones se ha convertido en un campo de batalla en el que se puede llegar a tal punto de afectar la reputación construida por una marca durante muchos años, por errores o desaciertos en alguno de sus productos o servicios.
El vertiginoso ritmo de la comunicación en las redes sociales ha llevado a la manifestación de hechos que llevan a una práctica de desinformación y desprestigio como las ‘fake news’, donde muchos han resultado afectados y otros han caído en ese juego de divulgación masiva para la destrucción de una marca.
Desde la ANDA entendemos las inconformidades que presentan los consumidores, pero también, es importante que valoremos cómo los anunciantes, a través de sus mejores prácticas, se han destacado en diferentes ámbitos con la generación de empleo, la construcción de país, el compromiso con sus empleados y con la sociedad, entre otros.
Nuestra invitación está dada para que todos nos unamos de forma positiva y hagamos de las redes sociales escenarios de transformación social, educación, aprendizaje y mayor difusión de contenido de valor. Estas plataformas son relevantes tanto para usuarios, como para anunciantes, agencias y medios. Por ello, no desconocemos su importancia como herramienta para la divulgación de información en diferentes formatos; pero crear opinión desde la información incompleta, la intolerancia y la indignación nos pueden llevar a ser destructores y no edificadores de nuestra sociedad.