Formado en la Universidad de Buenos Aires como economista y con una carrera que incluye poco más de una década en Unilever y casi otra completa en Danone, siempre en marketing, está cumpliendo nueve meses en el cargo global que desempeña con base en París. En la nota, Ordóñez reflexiona sobre la misión y los propósitos de empresas y marcas.
—¿Qué le atrajo de Danone cuando llegó a la empresa, en 2007?
—Danone tiene dos cosas maravillosas, que vale la pena resaltar en estos días aquí en Cannes, cuando estoy con mis chicos de marketing viéndonos rodeados de tanta inspiración y tantas cosas que, en muchos lados, siguen todavía incomodando. Se relacionan con eso que en inglés se dice “the new normal”: no es que el mundo está cambiando, sino que ya no va a haber un momento de estabilidad. Los momentos de estabilidad, las frases del tipo “así son las cosas, así se hacen las cosas”, ya son parte del pasado. Y en ese sentido, Danone tiene dos cosas que, para mí, la hace una empresa única, y son las cosas que yo elegí hace nueve años, y que sigo eligiendo cada día (y aclaro esto porque en lugares como este, con tanta maravilla alrededor, uno tiende a pensar “uy, no estamos haciendo bien esto, o aquello”). La primera de esas dos cosas es nuestra misión, que es una misión genuina, honesta y legítima: traer salud a través de la alimentación a la mayor cantidad de gente posible. Eso, como empresa; y en Danone Waters, que es mi área, inspirar a la hidratación saludable a la mayor cantidad de gente posible. Es una misión que te lleva a tener un propósito, para usar otra palabra fashion. Y la segunda cosa que a mí me lleva a elegir Danone todos los días es el empoderamiento interno que tenemos, los que conformamos Danone, para hacer. Somos una compañía que da muchísimo poder para hacer cosas.
—Usted parece estar dando a entender que cuanto mejor le vaya a Danone en lo económico, necesariamente mejor va a estar el mundo.
—Absolutamente. Porque nuestros cuatro negocios están anclados en salud de verdad. Y le doy un ejemplo: hace ocho años, Danone se desprendió del negocio de las galletas. Porque esta compañía tenía incluso cerveza en su momento, y como usted probablemente sepa, también galletas. Dejar esos negocios de lado fueron decisiones estratégicas para estar alineados entre propósito, misión y portafolio. Y eso es lo que, para mí, hace la diferencia.
—Y ese “empoderamiento interno” para hacer cosas, ¿en qué se percibe, concretamente?
—Le doy un ejemplo referido a personas concretas. Un director de grupo de marcas (un “grouper”, como se decía en mi época), o un director de marketing, como Romina Fernández en la Argentina, se alinea con la persona a la que responde —ella, a mí como chief growth officer de Danone Waters—, pero más allá de eso tiene total libertad para hacer y deshacer. Sus resultados y su tracking la avalarán y discutiremos sobre eso después; pero mientras tanto, tiene una libertad mucho mayor al modo en que hoy se está organizando el mundo, sobre todo en marketing.
—Usted mencionó hace un ratito la palabra “propósito”, y de pronto surge una pregunta inesperada. Se habla mucho de marcas con propósito, pero no suele decirse mucho del propósito de las empresas que las producen. ¿Cómo debería ser la coherencia entre unas y otras?
—Debería ser una coherencia absoluta, y me parece un punto fundamental. El que piense que en este juego de la sustentabilidad (para usar otra palabra fashion) y el propósito hay una ventaja competitiva de corto plazo no está mirando bien la foto. Lo que hay detrás del propósito y lo que hay detrás de la sustentabilidad (y nombro estos dos conceptos porque están muy interconectados) es que el mundo y las marcas están evolucionando hacia la autenticidad, hacia la honestidad, hacia la transparencia y hacia una serie de valores que son bien diferentes a los de antes. Aunque en realidad, si uno piensa en el momento en que arrancaron las grandes corporaciones, hace cien o ciento cincuenta años —para hablar de consumo masivo, que es lo que yo entiendo—, debe reconocer que tenían propósitos muy trascendentes. Eran post revolución industrial y el paradigma era otro, pero aquellos propósitos, tan trascendentes, se fueron desvirtuando con el tiempo. Hoy se está volviendo a eso, pero en definitiva es un resurgir de algo que nunca debería haberse perdido. Ahora: yendo estrictamente a su pregunta, diría que las empresas que van realmente a trascender serán aquellas que empiecen a juntar muy bien lo que dicen con lo que hacen. Yo creo que el consumidor rasca cada vez más, rasca muchísimo, lo que está en la superficie y trata de ver qué hay detrás. ¡Y lo logra!