La tecnología siempre ha prometido salvarnos: del tedio, del aburrimiento, de la ineficiencia. Y sin embargo, curiosamente, cuanto más eficiente se vuelve, más ocupados parecemos estar. Pero la eficiencia no es un ejercicio de reducción; es una carrera armamentista. Entra la IA: el último regalo de la tecnología, que promete al mismo tiempo un renacimiento cognitivo y una buena dosis de angustia existencial.