La obesidad infantil es un problema de salud pública que necesita atención urgente por el impacto social y económico que genera. Pero afrontarlo desde un punto de vista sensacionalista o dogmático puede ser un obstáculo para avanzar en el espinoso tema de mercadear alimentos para niños, explica Stephan Loerke, Director de la Federación Mundial de Anunciantes.
No hay manera de evitar que el debate público sobre el mercadeo de alimentos para niños sea un tema sensible, polémico y emotivo. Y con razón; ¿en qué clase de sociedad viviríamos si las actividades que son percibidas como de impacto para la salud infantil no se cuestionaran seriamente?
El mercadeo de alimentos afecta las preferencias y selección de alimentos que hacen los niños. Seamos claros sobre eso. Y este impacto ocurre tanto en el nivel de la marca como de la categoría. Sugerir lo contrario sería ir en contra del sentido común, si se tiene en cuenta que las empresas invierten una suma importante en la comercialización de sus productos, así como en la reformulación e innovación de nuevas líneas de productos.
La obesidad infantil es una preocupación de salud muy seria que necesita ser atendida urgentemente debido a los costos económicos y sociales involucrados. Sin embargo, lo que pocas veces se conoce es que el mercadeo de alimentos es solo un factor que contribuye al fenómeno, y en menor medida.
El Instituto de Medicina de Estados Unidos concluye que el mercadeo de alimentos tiene en el peor de los casos un “modesto efecto directo” en la escogencia de alimentos, preferencias y comportamientos de los niños y es muy probable que este impacto sea mayor en menores entre los dos y los once años de edad.
En el Reino Unido, en el 2006, un estudio conducido por Foresight, un grupo de expertos encargados por el gobierno laborista, encontró que la exposición al mercadeo de alimentos era una de las no menos de 106 diferentes variables.
Esto en ningún modo busca absolver a la gente de mercadeo de sus responsabilidades. Si el mercadeo de alimentos impacta la alimentación que escogen los niños a cualquier nivel entonces las compañías tienen que hacer algo al respecto.
Una industria responsable debería emprender acciones para limitar el mercadeo a niños de productos altos en grasa, sal y azúcar. La buena noticia es que gran parte de los grandes fabricantes de alimentos y bebidas ya han recorrido un largo camino con este propósito.
El año pasado, las multinacionales más grandes que hacen parte de la Alianza Internacional de Comidas y Bebidas (www.ifballiance.org) le escribieron a la cabeza de la Organización Mundial de la Salud para realizar una serie de nuevos compromisos en etiquetado, innovación y reformulación de productos y, reforzaron notablemente su compromiso de no comercializar alimentos y bebidas que no cumplan con unos parámetros estrictos de nutrición para menores de 12 años.
Estas políticas fortalecidas aplican en todos los mercados alrededor del mundo en donde estas compañías operan, desde la China hasta Chile. Adicionalmente, forman la base de compromisos locales en más de 50 países en donde fabricantes locales y regionales se suman a los mismos principios.
En Europa, el Compromiso Europeo (www.eu-pledge.eu), una iniciativa voluntaria emprendida por más de 20 compañías de alimentos las cuales representan aproximadamente el 85% de la inversión en mercadeo de este tipo de productos ante la Comisión Europea, ha dado importantes resultados. Desde 2005, estadísticas independientes muestran que, en promedio, los niños están expuestos a alimentos con menos de un 83% de grasa, sal y azúcar alrededor de programas infantiles, 48% menos en todos los programas y 32% menos de anuncios para todos los productos de las compañías, independientemente del valor nutricional de los productos.
El monitoreo está siendo supervisado por un académico independiente que se especializa en seguridad para niños online. El programa ha sido bien recibido por dos Comisionados Europeos de Salud sucesivos.
Acercamientos similares se están desarrollando en otros lugares. El Ministerio de Salud de Singapur le pidió a la Autoridad de Estándares Publicitarios desarrollar unas guías de auto-regulación sobre publicidad de alimentos para niños. El resultado fue una colaboración entre la industria y la Junta de Promoción de la Salud, la cual es parte del Ministerio de Salud y la Asociación de Consumidores de Singapur quien hizo parte importante de este proceso.
Actualmente, los procesos co-reguladores están siendo desarrollados por todo el mundo en países tan diversos como Francia, Reino Unido, Malasia, Países Bajos, Nueva Zelanda, Sur África y Polonia, todos diseñados para minimizar el impacto del mercadeo de alimentos en los niveles de obesidad infantil.
Nuestra experiencia nos dice que estos esquemas funcionan mejor cuando incluyen estos 3 elementos:
- Primero, cualquier solución debe ser multistakeholder e incluir la participación de los diferentes sectores.
- Segundo, deben emplear un monitoreo confiable y mecanismos de refuerzo.
- Finalmente, y lo más importante, deben estar enfocados en resultados; debe haber una reducción medible en el número de anuncios para niños sobre ciertos tipos de productos.
Esquemas que cumplan con estos tres criterios van a lograr las metas propuestas. El debate ideológico entre la regulación y la auto-regulación se vuelve irrelevante.
No existe una solución que satisfaga a todos debido a los diferentes mercados de medios y las diferentes formas como los menores ven los medios en el mundo y es por eso que una mezcla de regulación, auto-regulación y opciones innovadoras de co-regulación son la clave para actuar rápido y producir resultados.