Desde completar nuestras barras de bienestar hasta mantener rachas de aprendizaje de idiomas con un entrañable búho verde, la vida de la Generación Z está salpicada de puntos, insignias y premios diseñados para darnos una dosis de dopamina con las tareas más triviales. En esencia, esta es la maravilla de la gamificación: ofrecer una vía de escape muy necesaria en un mundo cada vez más turbulento.