Dicen que, en noches de plenilunio, la luna parece tan cerca que podríamos tocarla con la punta de los dedos. Brilla entera, impecable, como si el universo hubiera decidido enfocar toda su luz en ese único punto del cielo. En marketing o comunicación, aspiramos a algo parecido: momentos en los que todo se alinea y una idea brilla de tal forma que el mundo entero la mira, la comenta, la comparte.